lunes, 17 de enero de 2011

Fan service a mi memoria o de cómo adquirí la extrañísima costumbre de comer chaufa con platano.

Con cada cierta frecuencia reaparece en mi vida un fantasma llamado Jaqui. Que en un inicio era simplemente Jaqui o Jaqui a secas, pero ahora es Jaqui, la niña mala o simplemente: La niña mala. En efecto, por mucho tiempo fue simplemente Jaqui, desconocía el resto de su nombre y ella el mío, y eso hubiese sido lo mejor, para ambos, digo. Que ella me conociese como Tito a secas y exclame cada cierto tiempo el famosísimo: ¡Ay Tito! Eso bastaba. Pero las cosas no son tan fáciles y ella desapareció de mi vida, después de un vomitivo, temiendo el incesto. Yo terminé embarrado, tan ebrio de ella y tan jodido. Sobre todo ebrio, muy ebrio y sin ella, sobre todo sin ella, para acurrucarme en sus brazos. Pero esa es otra historia, niña mala, esa es otra historia y tú la conoces mejor que nadie.

Por otra parte, esta historia es un fan service a mi memoria, mejor dicho a la memoria colectiva. Una historia escrita, para sus cuatro protagonistas, por una pluma guiada por la redención de los recuerdos. Historia escrita para mi, por supuesto; para Pierre, desde luego; para Lucero, luz de donde el sol la toma; y para Jaqui, la niña mala, por sobre todas las cosas, que después de leer esto exclamará: ¡Ay Tito!, eres un huevón. Empecemos de una vez.

Pierre fue desde siempre mi mejor amigo y hace poco se había cambiado de escuela por culpa de unos abusadores. Cansado de ser golpeado había decidido que las cosas serían diferentes: lo había logrado. Se echó encima una novia más bella que la anterior y era el tipo al que todos querían conocer: ¡Salud por eso! Pero yo debía ampliar mi territorio, eso era seguro. La formula no me funcionaba a mí solo y mis incursiones al Rosa Perez Liendro, al Mercedez Cabello, al Rosa Santa María y al Fanning no tenían el mismo resultado. No sin Pierre. Pero ya había dado mi primera visita al colegio de Pierre, donde el efecto fue el deseado: ¡Salud por eso! Y había conocido a la novia que era hermosísima. Pero no nos desviemos del tema.

Viernes: actuación en el colegio por el día de algo, digamos por el día del lápiz; una casa vacía, padres que llegan en la noche, muy de noche; la compañía del señor Ron, que se apellidaba Pomalca Black; quince años en el bolsillo y el ímpetu de comernos el mundo. ¡Salud por el día del lápiz! Y eramos cuatro en la casa vacía, que graciosamente era verde, y yo graciosísimo hablando en doble sentido: qué ya saben para que hemos venido a esta casa vacía que encima es verde, algo ebrio ya: graciosísimamente verde. Y contando por enésima vez la historia de la protuberancia en mi frente, que si no crecía más después de mi última relación amorosa era por purita falta de calcio, y la de una cicatriz escondida que prometía revelar, ¡claro! cuando el señor Ron se haya mimetizado con nuestro ser. ¡Salud por el día del lápiz! Pero mezclala, mezclala, Tito, químico, ingeniero, después de una chata ya soy astronauta, Pierre, huevón. Pero elegantísimo con las maromas, la botella vuela por los aires, la progresión alcoholica y cada mezcla contiene más licor que la anterior y al final tan picachu que golpeo fuerte la botella contra la mesa y ¡pac!, la tapa se dispara, cortando el viento, cortando todo lo que se encuentra a su paso, y hágase la luz, señor, ¡hágase la luz!

Pasado el mediodía nos dio hambre y Lucero, tan linda ella, y con el ojo tan colorado, había llevado un chaufa, de no muy buen aspecto, en su tapercito rosadito, tan pinky ella. Así que: tregua, tregua, Pierre, huevón, estas pedo, pero su novia incondicional prodigandole caricias, alcanzándole agua, acomodándolo en un sillón para que pueda descansar. Y Jaqui, hermosísima ella, también había llevado un chaufa, claro que con mejor aspecto y no tan quemado. ¿Y tú, Tito? Bien gracias, ebrio citando mal a Séneca: el mejor condimento para una comida es el hambre. Y al ataque: Jaqui, Lucerito, condimentemos la vida: sal y pimienta, seamos felices. Ellas rojísimas riendo. Divertidísimas con la historia del único día que trabajé como cocinero. Pero si algo había aprendido en mi vasta experiencia de chef: era a distinguir el talento y Jaqui, en tus manos había mucho talento para la culinaria, y le besaba las manos. ¡Ay Tito!

Y Lázaro había vuelto a la vida, muy pedo aún. Pierre, cuidado, no que las cosas no se mueven solas, ven acá, con cuidado, con cuidado. Y su novia guiando cada paso. Empecinado en jodernos el almuerzo: que el chaufa de Jaqui tiene mejor pinta y ella lo preparó para mi, que come tú ese experimento de Lucero. Y como quien marca su terriotorio le echa tres platanos al plato de chaufa, que había sido preparado tan dulcemente por las tan dulces manos de Jaqui. Nos jodió el almuerzo, pero él ya había caído dormido en la mesa, Pierre, eres un huevón. En fin, la comida no estaba tan mal. Y tú Lucerito, ya caes, ¡Ay Tito!, no seas imbécil, ya caerás, ya caerás. Y así fue. Después de la primera botella de ron: Pierre, estaba dormido en la mesa; Jaqui, bailando sola y yo, recitando versos de Becquer: Lucero, luz de donde el sol la toma, me atreví con canciones de leuzemia: Lucero, por la luz de tus labios me podría ir muriendo... Y ella ruborizadísima, riendo con el hipo nervioso. Me atreví a bailar, Jaqui, vueltita ¡oh!, vueltita, ¡eh! Mala idea. Fan service, mucho fan service a la memoria: Jaqui y yo en el suelo, y en mi mano cabía todo su pechito, redondito y durito. Ebrio, enamoradísimo, contemplando sus labios, que por ellos sí me podría morir, que eres la mujer que guía mi respirar, que debes bajar de peso que casi me dejas sin aire. ¡Ay Tito!, eres un cretino. Sí, lo era, lo soy: pero enamoradísimo, Jaqui, enamoradísimo y tú eras la culpable, las tardes a la salida de clases, las caminatas de a cuatro que después eran de a dos y luego de a tres, y tú siempre esperando en el mismo lugar, pero todo, todo eso era un problema. ¡Ay Niña Mala! Hay, primita, muchísimas cosas que recordar; no obstante, no nos desviemos del tema, por favor.

El señor Ron nos hacía ojitos; sin embargo, ninguno de nosotros tenía el hígado suficiente para continuar. Pero quién dice que para continuar se necesita higado, se necesita coraje y una apuesta estúpida. Así que traigan el embudo. ¿Quién más juega? Mimetizado con el señor Ron, payasísimo, tan picachu, me dejo caer... Cuatro gatos recostados sobre la alfombra, muy borrachos, pensando en las próximas reuniones bohemias, los mejores amigos del mundo: sí, formábamos un cuarteto bestial, bien emparejados, carajo. Y Lucero me toma de la mano, mientras Pierre besa a Jaqui y yo pienso en esta mi mala suerte de llegar tarde siempre a todo.

6 comentarios:

  1. Tito:
    mala suerte de llegar tarde a todo?
    yo diría mala costumbre.

    Yo tambien tengo talento ja! algún día probarás algo mio :O .




    Charito.

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  2. ¡Ay Tito!, eres un huevón.
    Por lo menos protege mejor las idenidades.

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  3. tito me gusta, esta weno, diria maz kozaz, pero no kiero i no devo i no kiero nuevamente,
    no te parece kuriozo ke zomoz mejores eskribiendo de lo ke somos viviendo? es maz bien triste, zi uno ze da kuenta, no?

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  4. Realmente me gustó y creo que el descaro y el abandono de verguenza dan muy bien con esta historia. ¡Que viva el día de algo! jajaja

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  5. Tito!!...Alcohólico muchacho buscando casas vacias y ...VERDES!!

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  6. Tito,

    pequeño depravado de listón verde: ¿qué les haces a las chicas para ser tan encantador?

    ¿Será esa prosa amurallada de comas y ese subtexto con sabor a ron?, o, más bien, ese oído bien escueto protochismográfico.

    Bien Tito, espero el siguiente post. Saludos a la gente.

    Jorge

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