martes, 1 de febrero de 2011

martes, 25 de enero de 2011

Conversación en Don Lucho o el inicio de una maratónica sesión de desahogo

Desde la puerta de La Fábrica Tito mira la avenida, sin amor: el cielo sin estrellas con nubes negras que ocultan la luna, los edificios inmensos y sus chimeneas igual de inmensas, los anuncios publicitarios ofreciendo la salvación para los atrasos menstruales, las aceras empolvadas. La calle oscura y desierta, y Tito camina rumbo a las vías del tren mientras piensa que tal vez se demoró mucho dándose una ducha, pero era necesaria luego de la ardua jornada de trabajo, el frío le relajó los músculos. Camina lento, pasa las vías del tren, la vegetación marchita. Fue un camino solitario, piensa, estas solo y jodido, Tito. Solo y jodido.


-¿Por qué escribir? -pregunta, en el Bar Don Lucho, Kevin Castro.


Llega a la tienda del Tío Chumpitaz, la señora Goyita en la puerta vendiendo anticuchos: seño, me lleva una porción a la mesa, Quispe paga. Entra, espera que su vista se adapte a la oscuridad, entre el humo de los cigarrillos los reconoce, se acerca lento. Tio Chumpi alcánceme una silla y un vaso, el grupo lo recibe: ¿qué pasó, Manos de Niña, por qué demoraste tanto en la ducha, estabas usando reacondicionador? Tito los ignora como aprendió a hacerlo desde el primer día que se estrelló con el puesto de proletario en la Fábrica. Enciende un cigarrillo, golpea fuerte, espera que Chumpitaz llegue con la silla y el vaso, se sienta y empieza con la cerveza. Es hora de desahuevarlos, piensa y sigue con la cerveza. Quispe entusiasmado comienza a recitar las aventuras que tendrían para esa noche, claro que a cada uno le iba a ir descontando seis cervezas y los anticuchos, luego lo que se gaste en las polillas. Goyita trae una fuente inmensa de anticuchos y Quispe se apresura: Tito, te las voy descontando. Y el grupo también se apresura: manos voladoras atacan la fuente y la dejan limpia. Tito, sobre todo, se apresura con la cerveza, voltea y dice: Quispe, te equivocas, ya tengo planes. Y una mano veloz, furtiva se aproxima al bolsillo de la camisa de Quispe, arrancha un fajo de billetes. Tito separa su sueldo, y el del grupo luego echa unos billetes a la mesa y victorioso exclama: ¡Hoy Quispe paga! Sus camaradas aplauden: Manos de Niña, hoy ganaste un punto con nosotros... desde ahora serás Manos de Señorita. Quispe humillado: Tito, es mejor que ni te aparezcas el lunes. Pero ya es tarde, Tito está en la puerta y no puede escuchar los berridos de Quispe. Las piernas temblorosas y doloridas, Tito camina lento, piensa: igual me llamaran, no creo que le sea fácil encontrar alguien dispuesto para este trabajo, nadie aceptaría que lo negreen tanto. Charapita se le acerca para ofrecerle un trago y compañía, lo siento, Charapita, soy heterosexual.


-Para inventarme algunas putas que me chupen la pinga -responde Jhonny García.


Tito vuelve sobre sus pasos, las vías del tren por donde nunca lo vio pasar, por donde se sentaba con ella a esperar. Qué lejos quedaron esos días, Tito, qué lejos. Y sigue con su camino, tan solo como siempre, tan solo como nunca. Por lo menos antes tenías quien te acompañe. Incondicional: Jaqui estaba a tu lado...


- Cito: Purgaré en un poema todos... todos mis sufrimientos -dice Tito


Al llegar a la avenida Argentina presencia como la ciudad se despierta en algarabía a las 8 de la noche. Fría y jodida noche de verano, recuerda: dos locos caminando de las manos, escapando del caos de la ciudad, engañados por el espejismo del amor. Pero era invierno, tito, era invierno, las estaciones pasan y sigues jodido, Tito, ya es hora de que te recuperes, Tito. El parque de Lima es un buen lugar para soñar, piensa mientras ve a centenares de obreros abandonando las fábricas. Sube a la primera combi que ve pasar, las piernas le duelen demasiado como para soportarle el peso mucho tiempo. Un viaje que dura poco, baja en Las Nazarenas y él echa a andar, despacio, hacia la Colmena. Pasa Emancipación, pasa el Metropolitano, aquel tranvía que escapa lento... A cada chanchito le llega su hora, piensa.



-Escribe, Tito, escribe. Por lo menos lograras entretener a los amigos -el señor Vargas, pide un pan con jamón a Ciro-. Ahora te cito: Hay, hermano, muchas cosas por recordar...


Desde una mesa del segundo piso, el señor Vargas lo ve entrar. Tito saluda a Ciro y sube las escaleras. Recibe las acostumbradas quejas a su impuntualidad: sí, esta mala suerte la mía de llegar tarde siempre a todo. Recibe, también, las quejas respectivas a su falta de originalidad: Te estas volviendo un esnob. Tito enciende un cigarrillo, ella odiaba el tabaco, le ofreció uno, ella se negó aquella vez, como siempre lo haría. Prefiero morir de cirrosis que de cáncer, suelta el señor Vargas, además fumar causa impotencia. ¿Encontrarías diferencia a tu estado actual, querido Abraham?, ataca Tito.


-Te estas evadiendo -replica Kevin Castro-. Te evades, no sé cómo explicarlo, pero en lo personal, pasa que la música de Yann Tiersen o las pinturas de Van Gogh... osea te transportan a otro mundo, mundos geniales y eso me seduce y sé que a mucha gente también y si no es así que se jodan... -y kevin castro rompe vasos, rompe botellas, todo rima cuando hay rock and roll- Pero, en cambio, a mi me causa repulsión la idea de saber que son sólo mundos posibles: la vida real nunca será como La Dispute de Tiersen ni como La terraza de Arles de Van Gogh... Tito, estamos jodidos, Tito...


La vejiga que va a explotar, Tito baja las escaleras y se dirige al baño, choca con unas cuántas personas en el camino, disculpe, disculpe. En el camino, también, desafortunadamente, alguien lo reconoce, ¡Ay Tito!, y la vejiga que cada vez está más cerca de explotar, qué es de tu vida, Tito, date una vuelta por casa. Sí, claro como no. Por fin, el desquite al final del camino: la vejiga se libera. Al salir del baño, Tito observa la entrada: dos jóvenes mirando hacia él, temiendo entrar al bar, al final se irían juntos tomados de la mano, Tito, ellos se irían juntos, como ella y tú lo hicieron en algún momento, marcharían a algún cuartucho en la azotea de un viejo edificio comercial, Tito, sí, al que en una falta de originalidad, o abundancia de descaro, llamaran el rincón cerca al cielo, Tito, cómo tú y ella alguna vez lo llamaron. Pero Kevin Castro y Jhonny García entran por esa misma puerta donde tienes la mirada fija, Tito, entran y te saludan. Te interrogan por tu silencio, se aburren de ti y suben las escaleras.


-Ahí hay dos fantasmas, sólo que ustedes no pueden verlos.


-Así que al final te animaras con el blog-novela.

-Estaría bien como un ejercicio de estilo.

-Por qué no pruebas con García Márquez, él siempre te gustó más.


Tito, piensa, seca el vaso de cerveza, se limpia la espuma, recuerda, sirve otro vaso, Tito, pero sobre todo recuerda, ahora son fantasmas mirando de alguna parte, esperando ser recordados, Tito...


Muchos años después, frente al vaso de cerveza, Tito habría de evocar aquella tarde remota en que Pierre lo llevo a conocer a Jaqui...

lunes, 17 de enero de 2011

Fan service a mi memoria o de cómo adquirí la extrañísima costumbre de comer chaufa con platano.

Con cada cierta frecuencia reaparece en mi vida un fantasma llamado Jaqui. Que en un inicio era simplemente Jaqui o Jaqui a secas, pero ahora es Jaqui, la niña mala o simplemente: La niña mala. En efecto, por mucho tiempo fue simplemente Jaqui, desconocía el resto de su nombre y ella el mío, y eso hubiese sido lo mejor, para ambos, digo. Que ella me conociese como Tito a secas y exclame cada cierto tiempo el famosísimo: ¡Ay Tito! Eso bastaba. Pero las cosas no son tan fáciles y ella desapareció de mi vida, después de un vomitivo, temiendo el incesto. Yo terminé embarrado, tan ebrio de ella y tan jodido. Sobre todo ebrio, muy ebrio y sin ella, sobre todo sin ella, para acurrucarme en sus brazos. Pero esa es otra historia, niña mala, esa es otra historia y tú la conoces mejor que nadie.

Por otra parte, esta historia es un fan service a mi memoria, mejor dicho a la memoria colectiva. Una historia escrita, para sus cuatro protagonistas, por una pluma guiada por la redención de los recuerdos. Historia escrita para mi, por supuesto; para Pierre, desde luego; para Lucero, luz de donde el sol la toma; y para Jaqui, la niña mala, por sobre todas las cosas, que después de leer esto exclamará: ¡Ay Tito!, eres un huevón. Empecemos de una vez.

Pierre fue desde siempre mi mejor amigo y hace poco se había cambiado de escuela por culpa de unos abusadores. Cansado de ser golpeado había decidido que las cosas serían diferentes: lo había logrado. Se echó encima una novia más bella que la anterior y era el tipo al que todos querían conocer: ¡Salud por eso! Pero yo debía ampliar mi territorio, eso era seguro. La formula no me funcionaba a mí solo y mis incursiones al Rosa Perez Liendro, al Mercedez Cabello, al Rosa Santa María y al Fanning no tenían el mismo resultado. No sin Pierre. Pero ya había dado mi primera visita al colegio de Pierre, donde el efecto fue el deseado: ¡Salud por eso! Y había conocido a la novia que era hermosísima. Pero no nos desviemos del tema.

Viernes: actuación en el colegio por el día de algo, digamos por el día del lápiz; una casa vacía, padres que llegan en la noche, muy de noche; la compañía del señor Ron, que se apellidaba Pomalca Black; quince años en el bolsillo y el ímpetu de comernos el mundo. ¡Salud por el día del lápiz! Y eramos cuatro en la casa vacía, que graciosamente era verde, y yo graciosísimo hablando en doble sentido: qué ya saben para que hemos venido a esta casa vacía que encima es verde, algo ebrio ya: graciosísimamente verde. Y contando por enésima vez la historia de la protuberancia en mi frente, que si no crecía más después de mi última relación amorosa era por purita falta de calcio, y la de una cicatriz escondida que prometía revelar, ¡claro! cuando el señor Ron se haya mimetizado con nuestro ser. ¡Salud por el día del lápiz! Pero mezclala, mezclala, Tito, químico, ingeniero, después de una chata ya soy astronauta, Pierre, huevón. Pero elegantísimo con las maromas, la botella vuela por los aires, la progresión alcoholica y cada mezcla contiene más licor que la anterior y al final tan picachu que golpeo fuerte la botella contra la mesa y ¡pac!, la tapa se dispara, cortando el viento, cortando todo lo que se encuentra a su paso, y hágase la luz, señor, ¡hágase la luz!

Pasado el mediodía nos dio hambre y Lucero, tan linda ella, y con el ojo tan colorado, había llevado un chaufa, de no muy buen aspecto, en su tapercito rosadito, tan pinky ella. Así que: tregua, tregua, Pierre, huevón, estas pedo, pero su novia incondicional prodigandole caricias, alcanzándole agua, acomodándolo en un sillón para que pueda descansar. Y Jaqui, hermosísima ella, también había llevado un chaufa, claro que con mejor aspecto y no tan quemado. ¿Y tú, Tito? Bien gracias, ebrio citando mal a Séneca: el mejor condimento para una comida es el hambre. Y al ataque: Jaqui, Lucerito, condimentemos la vida: sal y pimienta, seamos felices. Ellas rojísimas riendo. Divertidísimas con la historia del único día que trabajé como cocinero. Pero si algo había aprendido en mi vasta experiencia de chef: era a distinguir el talento y Jaqui, en tus manos había mucho talento para la culinaria, y le besaba las manos. ¡Ay Tito!

Y Lázaro había vuelto a la vida, muy pedo aún. Pierre, cuidado, no que las cosas no se mueven solas, ven acá, con cuidado, con cuidado. Y su novia guiando cada paso. Empecinado en jodernos el almuerzo: que el chaufa de Jaqui tiene mejor pinta y ella lo preparó para mi, que come tú ese experimento de Lucero. Y como quien marca su terriotorio le echa tres platanos al plato de chaufa, que había sido preparado tan dulcemente por las tan dulces manos de Jaqui. Nos jodió el almuerzo, pero él ya había caído dormido en la mesa, Pierre, eres un huevón. En fin, la comida no estaba tan mal. Y tú Lucerito, ya caes, ¡Ay Tito!, no seas imbécil, ya caerás, ya caerás. Y así fue. Después de la primera botella de ron: Pierre, estaba dormido en la mesa; Jaqui, bailando sola y yo, recitando versos de Becquer: Lucero, luz de donde el sol la toma, me atreví con canciones de leuzemia: Lucero, por la luz de tus labios me podría ir muriendo... Y ella ruborizadísima, riendo con el hipo nervioso. Me atreví a bailar, Jaqui, vueltita ¡oh!, vueltita, ¡eh! Mala idea. Fan service, mucho fan service a la memoria: Jaqui y yo en el suelo, y en mi mano cabía todo su pechito, redondito y durito. Ebrio, enamoradísimo, contemplando sus labios, que por ellos sí me podría morir, que eres la mujer que guía mi respirar, que debes bajar de peso que casi me dejas sin aire. ¡Ay Tito!, eres un cretino. Sí, lo era, lo soy: pero enamoradísimo, Jaqui, enamoradísimo y tú eras la culpable, las tardes a la salida de clases, las caminatas de a cuatro que después eran de a dos y luego de a tres, y tú siempre esperando en el mismo lugar, pero todo, todo eso era un problema. ¡Ay Niña Mala! Hay, primita, muchísimas cosas que recordar; no obstante, no nos desviemos del tema, por favor.

El señor Ron nos hacía ojitos; sin embargo, ninguno de nosotros tenía el hígado suficiente para continuar. Pero quién dice que para continuar se necesita higado, se necesita coraje y una apuesta estúpida. Así que traigan el embudo. ¿Quién más juega? Mimetizado con el señor Ron, payasísimo, tan picachu, me dejo caer... Cuatro gatos recostados sobre la alfombra, muy borrachos, pensando en las próximas reuniones bohemias, los mejores amigos del mundo: sí, formábamos un cuarteto bestial, bien emparejados, carajo. Y Lucero me toma de la mano, mientras Pierre besa a Jaqui y yo pienso en esta mi mala suerte de llegar tarde siempre a todo.

miércoles, 5 de enero de 2011

Yo tomé mi facultad!

Canción para los días de toma: