sábado, 18 de diciembre de 2010

Palimpsesto


De pronto, le invadió la certeza de una lección bien aprendida: Se podía ser feliz sin amor. En efecto, sus besos no le emocionaban en absoluto, su corazón no se estremecía al contacto con su piel, su presencia no lograba borrar los recuerdos. Pero era feliz... ¿O era sólo la idea que se había construido de la felicidad? Y la verdadera felicidad estaba ahí: cruzando la calle, en un tranvía que se escapaba lento.

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